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La Sede

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Las relaciones entre Italia y México tienen raíces antiguas. Desde el tiempo de la Conquista y a lo largo del período colonial, en el independiente y en el de la revolución, no faltaron figuras de italianos que vivieron en este País y dejaron las huellas de su misión. Giovanni Paoli, originario di Brescia, introduce el arte de la imprenta en México y Estados Unidos en la primera mitad del siglo XVI. En Veracruz se admiran todavía las imponentes estructuras del fuerte de San Juan de Ulúa, proyectado y construido por el arquitecto  militar Giovanbattista Antonelli.
En el 600 numerosos misioneros se establecieron en el norte para evangelizar y explorar la parte del continente americano que se asoma al Pacífico. Basta citar al padre trentino Eusebio Francisco Chino, S.J., geógrafo y explorador que demostró que Baja California es una península, Giovanni Maria Salvaterra, D.J., misionero en California, fundador de colegios y provincias de su Orden en México.
En el 800 tenemos una serie de militares italianos que vinieron a México a combatir al amparo de la Bandera de los insurgentes, como Vincenzo Filisola de Potenza, que participó en la guerra de independencia y fue el primer oficial patriota en entrar a la capital el 24 de septiembre de 1821. Otro combatiente que llegó a las jerarquías más altas del ejército mexicano fue el conde Giuseppe Stavoli di Parma, sobreviviente de las campañas napoleónicas. Durante la guerra de reforma, combatió en las filas liberales como general de brigada el “garibaldino” Luigi Ghilardi originario de Lucca, quien, capturado en Puebla por los franceses del cuerpo de expedición que combatía por el Emperador Maximiliano, fue fusilado en marzo de 1864.
Mención especial merece Peppino Garibaldi, nieto del héroe, que participó en la primera fase de la revolución mexicana al lado de Madero, destacándose en la toma de Ciudad Juárez, donde fue promovido a teniente coronel por méritos de guerra.
En el campo de las bellas artes se recuerdan pintores como Eugenio Landesio, milanés, que enseñó en la Academia de San Carlos, además de Francesco Saverio Cavallari, oriundo de Palermo, Profesor de la misma Academia. Los primeros años del Siglo trabajaron en México el Arq. Silvio Contri, autor del proyecto para el edificio de la Secretaría de Transportes y el Arq. Adamo Boari, a quien se deben el gran Palacio de “Bellas Artes” y el edificio de Correos.
México, riquísimo en fuerza humana y con una altísima tasa de natalidad, no ha sido jamás un país de inmigración.
La comunidad italiana aquí establecida es relativamente modesta en número, respecto a las radicadas en los grandes centros americanos, pero constituida por elementos calificados que han alcanzado altos niveles sociales en la industria, finanzas, comercio y en el ámbito cultural.
Si bien las relaciones diplomáticas entre estos dos Países datan del tratado de establecimiento y navegación firmado entre la República mexicana y el Reino de Sardeña en 1885, la Embajada italiana posee una residencia de propiedad del estado apenas desde 1952. Es una digna Representación, consta de una graciosa villa rodeada de jardines y situada en uno de las colonias más selectas de la capital, en las cercanías del gran parque del Castillo de Chapultepec, donde aún no se apagan los ecos románticos de las cabalgatas y los recuerdos del Emperador Maximiliano y de la Emperatriz Carlota, que habitaron en aquel castillo durante su desventurado y breve reinado.
La Cancillería diplomática y consular también ubicada en una moderna villa, adaptada a las exigencias de servicio, en la zona de las Lomas, donde la ciudad se extiende hacia las zonas más altas y mejor ubicadas.
El Instituto de Cultura tiene su sede en un antiguo convento, del que se conserva un armonioso claustro circundado por austeros salones. Situado en una de los pocos barrios coloniales que se conservan en la megalópolis no lejos de la Universidad Nacional Autónoma de México, y sus vastos jardines para conciertos, recitales y proyecciones cinematográficas.